Llevamos 15 días de suave aterrizaje en Ciudad de México, en la casa de nuestros amigos Andrés&Beta. Veníamos con pocas expectativas turísticas, sólo queríamos ver a nuestros cachorrines y a Kilu. Llegar a regalonear en familia.
Haber pasado de la calma de Moteverde a la intensidad de una ciudad tan grande como esta, fue bueno para empezar a aterrizar y relacionarse con la civilización que mejor se asimila a nuestra realidad en Santiago. La gran diferencia con nuestra ciudad de origen podría ser quizá la amplitud de los verdes y antiguos parques, la arquitectura patrimonial tan bien cuidada de cada edificio, las deliciosas taquerías de cada esquina, el exquisito olor que invade la ciudad..por las flores o por los chiles, me da igual, siempre huele bien. Los mezcalitos que triplican hasta el picor de las hormigas, y la sorprendente no tan alta suma de pesitos que marcan las cuentas. En fin, mexicanos chingones.
Armamos rutina por aquí con Andrés y Beta, quienes fueron los mejores y más lindos anfitriones. La cosa se trató de volver a sentirse como en casa, volver a tomar desayunos continentales, caminar por las calles, conversar y regar la plantita de la amistad, y retomar el gusto por la ciudad a tope aprovechando de pasar a los conocidos museos de por aquí: el antropológico, que obviamente no alcanzamos a terminar de recorrer en 1 día, pero que alcanzamos a entender su magnitud y ver muchas piezas mayas y de otras culturas previas. La psicodelia propia de la textilería mesoamericana, cráneos y vasijas principalmente...pero mis favoritas, las figuras chiquitas de cuerpos de mujeres parecidos al mío.
De repente caminando por las calles, nos metíamos a un pasaje, entrábamos a una casa de aspecto árabe por sus decoraciones, resultaba ser una farmacia pero unos pasos más adentro y la casa antigua a punto de derrumbarse se pintaba con unos frescos gigantes y hermosos en sus muros de doble altura, fuentes de agua y un restaurante de comida tradicional en la que, personas con monos de peluche en la cabeza era quienes disfrutaban sus tortas ahogadas con el guante plástico que te pasan para no ensuciarte. Según la cultura popular, y concuerdo con la aseveración, el mismísimo Dalí dijo alguna vez que México es aún más surrealista que sus cuadros.
Fuimos al Bellas Artes, que guarda obras de los muralistas más grandes de México, entre ellos Diego Rivera. Nunca le tuve tan buenas por su historial con la Frida, pero debo admitir que su obra es bastante rica y sorprendente, sobre todo el mural "El hombre controlador del universo", es para quedarse horas mirándolo. Ese mismo día pasamos al zócalo, donde había un evento celebrativo de pueblos originarios, fue gran festín, comimos algo como unos burritos que se llaman Tlayudas Oaxaqueñas ahí en la carpa donde miles de personas pusieron sus puestos de comida callejera, sonaban músicas jolgóricas, muchos colores y olorcitosricos.
La rutina llevaba caminatas de 12 kms, muchos cafecitos (nada como el de Costa Rica, debo decirlo), la cantidad perfecta de horas de trabajo, y un día fuimos al cine, pero no cualquier butaca recibe a este par de cuerpecito señores, fuimos al VIP y la verdad es que valió mucho la pena. Con mesitas tipo velador para que te lleven todas las cervezas y hamburguesas que quieras, era como estar echaditos en la cama, solo que con unas pocas personas más adentro de la pieza. Quizá en Chile esto es igual, pero apuesto que las quesadillas y el guacamole que te llega aquí es mucho más rico.
A 1 hr de CDMX, visitamos las pirámides de Teotihuacán, brutal debe haber sido para los Aztecas, quienes encontraron esta urbanización y la llamaron por el nombre que lleva hoy... (se desconoce el nombre original del pueblo). Si alguna vez visitan este lugar, recomendadísimo contratar un guía. Nosotros no lo hicimos y solo paramos la oreja a las historias que, reales o ficticias, permitían hacerse una mejor idea de quiénes habitaron el lugar.
Y porque aunque no lo crean, estamos un pelín cansados, decidimos tomarnos unas mini vacaciones de lo que han sido los últimos 3 meses. Nos fuimos el finde recién pasado a la playita, a Puerto Escondido con los chicos que nos llevaron a una casa paradisíaca, con alberca en el living..mi sueño hecho realidad. Creo que pasamos más horas adentro del agua que afuera.
Sin mayor exigencia que la de llegar a la playa antes de que se pusiera el sol, nos movimos en motito para todos lados, y comimos los tacos más ricos que he probado. Tuvimos la suerte de pasar muchos días de pasarlo bien, de conocernos más, reír, llorar y jugar con los amigos. Todo tenía un carácter bien onírico. Entre que estábamos con nuestros viejis que viven lejos de Chile viviendo la rutina exquisita en un lugar con un clima delicioso y que esta experiencia se empezaba a cerrar con broche de oro.
Ya es Miércoles 29 de Agosto y todo indica que el viaje llega a su fin. Mañana volamos de vuelta a Costa Rica, y el Jueves volvemos a dormir en nuestro pequeño, amable y citadino departamento en Santiago de Chile. Ya te digo el mix de emociones. De a poquito hay cada vez más ganas de volver, a verlos a todos principalmente, a pillarnos de cara con todas esas increíbles noticias que nos llegaron por carta, a masticar todo lo que pasó para poder transformarlo en material compartible. A empezar un poquito de cero, a aplicar lo aprendido, a ver dónde vamos a invertir toda esta energía y amor con el que nos vamos de vuelta, pero por sobre todo, a hacerlo con calma.
Hay 3 aviones que tomar aún. Así que antes de partir, vamos a aplicar algo aprendido en esta experiencia, y vamos a estar presentes en cada pasito que demos hasta llegar a la puerta de nuestra casa, así que desde hoy hasta los próximos días es altamente probable que el nivel de desenchufe sea alto.
Nos vemos lueguito.