Venía malo. Venía torcido.
Si no lo extirpamos, puede presionar a los demás
y eso
eso sí que es peligroso.
El procedimiento será complejo. Habrá que anestesiar, abrir, identificar, triturar y cuidadosamente quitar todos los pedacitos evitando dejar rastros, ya que podrían infectarse
y eso
eso sí que es peligroso.
Que me saquen el juicio.
Que me saquen el juicio a costa de una linda sonrisa.
Que me lo saquen porque pasó de moda masticar carne de mamut.
Oye pero, que no se me vayan a alterar los nervios.
Porque eso
eso sí que es peligroso.
Me recomendaron llevar audífonos a la cirugía para escuchar música relajante.
La luz: directa a mis ojos. Las manos: empapadas.
Ropa cómoda para no detener la involuntaria contracción de mi cuerpo.
Sus ojos azules definiendo cuál era la mejor ruta para lograr quitármelo y poder terminar su jornada sin novedad.
¿Llevé audífonos?
En contacto con mi lengua un taladro percutor y un martillo durante una hora de excavación profunda. Me lo quitaron a lo primitivo. Fui mina a tajo abierto y la concha de su madre.
Mi madre no, ella estaba en la sala de espera. Sentadita al lado de la bolsa con helados y verduras que recién había comprado para hacerme sopas. A mi, a su hija menor, la del cachete inflado, la del cachete de ardilla bien relleno de nueces.
Oye pero si es la misma sólo que con la mitad de juicio que antes.
Los puntos salen solos el sabor amargo se va luego de unos días y de las drogas para el dolor te olvidas en 6 o 7 días volverás a comer sólido una vez que baje la hinchazón.
Porque claro, masticar es una actividad que practican los animales. Yo ahora, mujer de dentadura propia de un homo sapiens sapiens, debía tomarme la comida con cuchara.
Oye pero, todo volverá a la normalidad.
Oye pero ¿y mi juicio? ¿Puedo quedármelo? ¿Guardar un pedacito quizá?
No. Imposible. Fue pulverizado. Era peligroso mantenerlo entero.
Mi papá, él nunca se sometió a esta tortura. Tiene el juicio intacto. La sonrisa media chueca, pero está en la totalidad de sus facultades éticas. Distingue lo verdadero de lo falso. Lo bueno de lo malo.
Y yo, por no exponerme a una posible parálisis nerviosa, que otro me dijo que quizá me daría en algún momento de la vida, pertenezco ahora a ese grupo de la humanidad que olvidó sus orígenes. Pagué por que me quitaran esa parte de mí que se gestó para llevar con éxito mi vida de cazadora recolectora.
Me dejé abrir, romper, cavar un espacio milimétrico en mi cuerpo, el mismo espacio que, una vez vacío, se rellenaría con un poco de néctar contemporáneo, con un poco de delirio.
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Julio 2020