"Para conocerte a ti misma tienes que saber a qué no te pareces, pero hay esquirlas de ti por todas partes. Según los inuit de Groenlandia, tienes muchas almas. Hasta siete. Las almas son personitas dispersas por todo tu cuerpo. Las personitas son esquirlas de gente más grande cuyos pedazos están en lugares fuera de ti. Estás hecha de redes de relaciones que siempre están en proceso de reconfiguración, pero cuando te separas con demasiada fuerza y demasiado rápido, te arrancas de raíz; como las plantas, que pueden ser trasplantadas si uno es amable y lento, pero si las arrancas de un tirón y las pones en un lugar hostil, entonces se marchitan. Como quitarle alguien su carnet de identidad, o poner a una niña aborigen en un hogar temporario, o la extinción de los animales: es ahí donde aparece la nostalgia y disminuyen las esquirlas del yo perdido. Asimismo, como eres parte de la red, puedes sentir sus reverberaciones, sentir cómo todo lo que haces tuerce de un modo u otro la tela. Tienes que ser consciente de estas reverberaciones. Tienes que darte cuenta de la ubicación de tu cuerpo, de tu punto de vista específico, tu efecto del observador. Empezar a sanar es darte cuenta de esto y reparar el daño y recordar." - Extracto de Tundra, Abi Andrews
Desde que llegué de Costa Rica en Septiembre, me di cuenta que muchas de las cosas que creía que me definían en realidad no eran más que etiquetas puestas por otras personas. Empecé cuestionando eso que muchas veces me dijeron, de que era mala lectora, o que era miedosa, o ese sobreaviso que me pusieron sobre que era mala bajando cerros.
Después de haber vivido en la selva neotropical durante 3 meses, me vi tapizada de ideas que ya no me representaban y decidí era imperativo reescribirme.
Ha sido levemente abismante porque son 30 años de ser un tipo de persona y ahora recién vengo a cachar que estaba mirando un espejo polvoriento que no me permitía checarme.
Y porque mi forma de aterrizaje más certero es a través del ensamble de palabras, empecé a buscar talleres de escritura autobiográfica.
Era jueves, me fui a dormir, y como cada noche -con los ojos resecos de tanta pantalla- me pillé en Instagram con contenido categorizado por mi cabeza como de alta relevancia. Era un reel hecho por Nati, la chica argentina que viaja por el mundo en bicicleta, la misma que había dictado el primer taller de escritura que tomé en 2019, cuando vivía en Puerto Varas.
Abría la invitación entonces, a participar de un taller de escritura y trekking. Serían 6 días en los que iríamos sólo entre mujeres, a recorrer los cerros que rodean Bariloche (al sur de Argentina) durmiendo algunas noches en un hotel y otras noches en un refugio de montaña en la nieve.
Era viernes, y ya tenía comprados mis pasajes en bus a Bariloche vía Osorno.
En una semana más partía a la aventura.
Gracias a mis papás y a la Sofía del pasado, aprendí que había que tener ahorros. Ahora bien, gracias a la Sofía del presente (y a fintual), tengo divididos mis ahorros según objetivo, y uno de ellos se llama Expediciones. Para terminar con la ronda de agradecimientos, gracias a la Sofía trabajadora que lo ha dado todo, porque con mis chauchitas partí yo y mi mochi a cruzar esa cordillera.
Hace 1 año y medio que no viajaba sola y la verdad es que estaba bastante nerviosa, imaginando escenarios monstruosos que sólo inflaban el globo ansioso que me llevaba amarradito en la mano.
Recordé que corre por mis venas eso de hablarle hasta a las piedras. Y gracias a eso me hice amiga no sólo del chico que iba sentado al lado en el bus, sino también de Lidia, la señora que cuidaba el baño en el terminal de Osorno. O del ayudante del bus. O de los únicos chilenos que habían cerca.
Recordé lo muy re buena que soy haciéndome apuestas y ganándolas. Me aposté que podría gastar solo 2 lucas en el desayuno de ese día, y adivinen qué.
Bueno, a costa de una hallulla gorda y seca con jamón tipo morta y café endulzado en el mismo gran termo del que fue eyectado a mi vaso de plumavit. Pero gané la apuesta y una sornisita buena onda del señor que me lo vendió mientras llovía y yo esperaba mi bus a Argentina. Recordé también lo buena que soy esperando.
Fueron 18 hrs de viaje tranquilo por tierra, en las que atravesé por casi todas las estaciones: Verano desde Santiago al sur, Invierno desde Osorno a Bariloche con el paso Cardenal Samoré nevando, y Primavera en Bariloche.
Estando de viaje, y estando sola, se me olvida el deber ser y me pongo en modo supervivencia. Lejos del miedo, me pongo a escuchar, camino a mi ritmo y disfruto mucho la conversación con desconocidos. Y vuelvo a escribir para conversar conmigo.
"Pregúntese en la hora más silenciosa de su noche: ¿tengo la necesidad de escribir? Sumérjase en lo más íntimo de su ser para obtener una respuesta. Y si fuese afirmativa, si se ve capaz de contestar a esta grave cuestión con un simple y rotundo «Sí, debo», construya entonces toda su vida en torno a dicha necesidad. Su vida debe convertirse, hasta en sus aspectos más indiferentes y nimios, en signo y testimonio de esa pasión. Acérquese entonces a la naturaleza e intente contar, como si fuera el primero de los hombres, cuanto ve y experimenta y ama y pierde. No escriba poemas de amor." - Extracto de Cartas a un Joven poeta, Rilke
Le perdí el miedo a lo que venía.
En el equipo estaba Nati y Caro, las organizadoras, luego estaba Lili, Silvia, Pía y Machi, la guía de montaña. Mis bastones y yo.
Llevaban organizando este viaje desde Mayo, pero por mal clima hubo que cambiar el itinerario como 3 veces, a lo que me sumé yo al paseo una semana antes de que empezara.
El primer día partimos a la Buitrera, una caminata plana pero de muy lindo paisaje. Los cerros estaban pintados verdes y amarillos por los minerales de lo que alguna vez fue un glaciar. Hacía frío y corría viento, lo que nos permitió entender la geomorfología del lugar. Tanto sedimento esculpido por ráfagas de más de 80 km/h, había construido torres que llegaban a parecerse a la Sagrada Familia (Imagen de referencia que saqué con mi cámara instantánea).
Tiene esto que ver quizá con lo que conversábamos sobre las ideas preconcebidas que tenemos. En este caso sobre la naturaleza. En mi caso, el origen de mi viaje.
El segundo día fue para mí muy importante. Fuimos al Cerro Villegas.
Hicimos un picnic adentro de unas cuevas, donde nos reímos sobre lo spanglish que somos en Chile, de que por ejemplo decimos colgate y no COLGATE y así chorrera de diferencias graciosas. Después de que Nati leyera un texto sobre los paisajes internos, sentí que estaba trabajando una nueva habilidad. Y es que todas en algún momento sintieron la libertad de expresar su emoción y soltar lágrimas, pero yo por el contrario quise practicar eso de no ser tan susceptible a la fragilidad y lo logré.
Suena raro lo que estoy diciendo, es como lo contrario a eso que tan de moda está de mostrar las vulnerabilidades, a pedir ayuda, pero creo que siempre he sido así, y las etiquetas de frágil y miedosa responden un poco a eso. Sólo quería demostrarme que podía ser esa chica autovalente y fuerte que también llevo dentro.
En medio de una ventolera poderosa, por primera vez subí y bajé un cerro sin que nadie me ayudara. Estaba de verdad tan feliz.
Miren esta foto, me la sacó Machi en la cumbre mientras tomaba la etiqueta de mala bajadora de cerros que ahí mismo hice pedacitos. Por eso tengo los brazos abiertos. Porque la eché a volar.
Con Machi y las chicas aprendí a pensar mis pasos, a no sobre dimensionar situaciones de riesgo y algo muy importante, a mirar hacia atrás. A veces da miedo, pero es la poética misma de subir cerros..y es que tan grande es el afán por llegar a la cumbre que una no se da cuenta por todo lo que ha pasado para llegar hasta donde está parada, y no fue nadie más sino yo misma y mis piernas las que me llevaron hasta ahí y creo señores, que más vale agradecerse por eso.
Choca esa.
La bajada estuvo dura. Los ojos llenos de tierra, las ideas revueltas por el viento y medio quemadas por el sol. Ese día llegamos a comer con ganas y estuvo lindo, había una sensación de realización en el equipo.
Eso sí, no recomiendo cocinar el pad thai con cabellos de ángel señores del Chimi.
Y para cerrar, la ducha más merecida.
Este día recordé que es normal tener miedo.
Pero también recordé que eso nunca me ha detenido de hacer lo que quiero.
Recordé que mi par de piernas aunque cortitas, son fuertes y me han llevado lejos. Recordé que me han llevado alto.
El paseo final fue llegar a la falda del Cerro Catedral y meterse en su bosque.
Cruzamos varios puentes, cascadas en roca y finitos caminos de esos que si alguna vez anduviste en el cerro conmigo sabrás que me paralizan..bueno esta vez no fue así jiji, como dirían las chicas: fue un flash, sólo necesitaba concentrarme un poco en que mis piernas tenían que coordinarse y apagar esa cabeza loca que a veces me acerca al diaulo.
Caminamos buen rato, íbamos a un ritmo contemplativo, no era carrera. Y de a poco empezaba a bajar la temperatura, y es que eso blanco que se colaba entre las copas de los árboles ya no eran nubes sino nieve.
Y llegamos hasta el Refugio Frey. Donde la gente llega con sus esquís a randonear, nosotras llegábamos con nuestros cuadernos a compartir todas las pajarerías que se nos cruzaron en el camino mientras comíamos un riquísimo bowl de lentejas calentitas recién hechas.
A la montaña
A la montaña donde hasta hace poco le gateaba la falda
A ese macizo que sabe que aunque me pueda demorar
Siempre llego a tocarle la corona.
Me sube
Me mira de frente
Me Espera.
Me baja
Me cuida la espalda
Me calla.
Y con esta foto de la tribu, se terminaba el festival de redefiniciones.
Y bajando me pillé caminando erguida. Me recordé eso de mí que siempre ha estado, eso de niña que menos mal nunca se ha lavado, y le sumé unas cucharadas de sabrosísima adultez que se escondían por debajo de predefiniciones que parecían quedarme chicas.
No es como que se termine el paseo y yo aquí cierro mi capítulo. Esto está recién empezando. Pero quería agradecer la instancia a todas las chicas que participaron, a Nati, Caro, Machi, Lili, Sil y Pía, porque abrimos un lugar que me permitió jugar con una parte de mí que pensé se había quedado dormida.
En este viaje buscaba re conectar con mi niñez, pero en realidad lo que necesitaba era conectar con la adulta que lleva encima a la nena.
"Es usted tan joven, se encuentra tan al principio de todo, que le ruego encarecidamente, querido señor, que sea paciente con todo aquello que aún no ha resuelto en su corazón. Trate de amar las preguntas por sí mismas, como si fuesen habitaciones cerradas o libros escritos en una lengua extranjera. No busque ahora las respuestas, que aún no se le pueden ofrecer, porque no está preparado para vivirlas. Y de eso se trata: vivirlo todo. Viva ahora las preguntas. Puede que después, gradualmente, sin que apenas lo note, se le revelen las respuestas y pueda vivirlas." - Extracto de Cartas a un Joven poeta, Rilke