Antes de venirnos a Costa Rica, y habiendo contado la historia de nuestros proyectos aproximadamente 50 veces, entre familia y amigos, recibimos reacciones casi siempre en la misma línea: entre sorpresa y alegría. A veces los más incisivos salían con preguntas que nos daban para reflexionar sobre la manera en la que estábamos haciendo las cosas, pero sin duda hubo una pregunta que me quedó bien grabada, y fue la de mi papá.
No sé si se me grabó por lo que dijo, o por haber sido mi papá quien lo dijo. Pero me hizo, y me hace, pensarlo mucho.
¿Te acuerdas el último día que fuimos con Juan a comer a su casa los 4 nomás?
Habíamos estado conversando sobre lo que se venía, sobre lo que iría a hacer Juan. Ustedes ya sabían desde antes que su sueño era registrar naturaleza, habían visto su trabajo y la verdad es que desde un principio se sumaron al fan club.
Cuando Juan cerró su parte del speech me saliste con la pregunta:
Y tú, ¿qué pito tocai en toda esta historia?
Obviamente la mamá saltó con un "Pablo!", pero la verdad es que era una pregunta válida. En realidad, y aquí papá corrígeme si me equivoco en mi lectura entre líneas, supuse que querías asegurarte de que yo tuviera mi espacio en todo este plan, que no fuera persiguiendo el sueño de alguien más, sin a la vez velar por mis propias metas.
En un principio mi relato se construía con frases grandilocuentes, tales como:
"Voy a levantar información sobre la restauración ecológica de los suelos, y también hacer una investigación antropológica que comprenda el enfoque sistémico que sostiene el Refugio. Tenía la hipótesis planteada de hecho, y decía: Validar la existencia de una relación directa entre el cuidado del ecosistema y el desarrollo social."
Lo leo ahora y me sale una lagrimita de emoción porque pensé bastante en grande y porque me encasillé demasiado, hasta el punto de darme cuenta de que ninguna de las metodologías de investigación que quería aplicar me iban a servir, porque no conocía el lugar, porque no conocía a su gente. Y llegar así, a ciegas, a imponer maneras medio invasoras de trabajar, era una vez más el mas puro e ingenuo colonialismo. Ya habiendo aceptado esta idea, pasé (y pasamos) 2 semanas de mucha incertidumbre sobre qué vendríamos a hacer durante esos 3 meses. Sabíamos que lo único realmente valioso era ir con la cabeza flexible, abiertos a vivir experiencias nuevas.
Dicho todo esto, agradezco el proceso completo. De haber tirado el tejo pasado con lo de la estructura, de haberme dado cuenta de que eso de ser tan académica a veces no aplica para ciertos contextos y que es mejor ponerle empeño a la habilidad de improvisación, no todo tiene que estar bajo control siempre.
También el hecho de vivir una profunda incertidumbre durante 15 días me llevó a soñar con ballenas que me hablaban y decían que en la naturaleza estaba la respuesta, entre otros acontecimientos anómalos.
Ahora papá, en los casi 15 días que van del viaje, me empiezo a hacer una idea del pito que toco por aquí. Y lo más lindo es que ese silbatito tiene mucha relación contigo.
Por una parte, soy la nueva contratación para las relaciones públicas que le faltaba al Refugio. Me llevan a las reuniones de traductora y termino haciéndome amiga hasta del alcalde. Esto sin duda me permite levantar información a la que otros no tienen acceso porque, o no la ven, o no la entienden. Este caldo que se está cocinando está pidiendo ser una futura etnografía.
Y además, y con mucho orgullo lo declaro porque es un superpoder que descubrí hace no tanto tiempo, soy la spotter oficial de Juan. Eso quiere decir que, como tú con las fallas de la casa, encuentro rápidamente todos los animalitos y hongos que están a nuestro al rededor y parecen invisibles, para que Juano las grabe. Hoy por ejemplo, pillé un coati y un anole, que Juan tan excelentemente montó en este ejercicio de secuencia:
Bueno y también estoy escribiendo, registrando toda este charquicán de emociones y sucesos, que en primera instancia me sirve para recordar lo que va pasando, reflexionar un poco, y por sobre todo armar el portafolio de escritora.
Esta soy yo, retratada por Juan, en el dpto. de Luis Thayer, cuando todavía era una persona que se vestía lindo y olía rico. Pero que aferrada a la academia, me costaba eso de la improvisación que hoyxhoy tan bien que se me está dando.
La selva obliga a soltarlo.
Una cosa por otra.
Agradecimientos públicos a mi mamá, y a mi papá, que llevan 30 años re-aprendiendo conmigo, y ayudándome a tomar buenas decisiones.
Vamos súper equipo.