Adaptarse nunca fue tan buena idea.
Es viernes, ya cerré el local y empieza el fin de semana. El día primaveral nublado arroja un banquete de opciones bastante caseras y me hace recordar esa época de oro de mi infancia: la del Blockbuster.
La mejor idea era ir con mi papá y mi hermana a elegir una película que obviamente no alcanzaba a ver, porque entre el sueño que me daba estar despierta después de las 10 de la noche y todo el azúcar que me enchufaba con los dulces gringos que sólo habitaban en aquel maravilloso emporio cinematográfico, siempre me brillaban los ojitos con un producto en vitrina que hace poco recordé: los Sea Monkeys (o monos marinos).
Nunca me compraron, por razones que desconozco, pero espero haya sido por su sospechosa bajada: Sea Monkeys, vida instantánea.
Te vendían la pecera plástica que venía con un purificador de agua y comida, un sobre con los polvillos mágicos, una lupa para poder pillarlos, y un catálogo con todos los accesorios que podrías comprarle a tus nuevas mascotas inteligentes tales como montañas rusas y ruedas de la fortuna, donde al fin podrían divertirse.
Resulta que aquel juguete, en realidad lo que vendía eran crustáceos pertenecientes a una especie llamada artemias salinas, que entran en estado de criptobiosis es decir, suspenden sus procesos metabólicos por tiempos tan prolongados como 2 años, y vuelven a la normalidad una vez que entran en contacto con el agua. Estos animalillos cuasi extraterrestres lo que hacían era, por lo pronto, sobrevivir a condiciones extremas de deshidratación.
Gracias a ese cuestionable juego de niños, investigué un poco más sobre cómo los animales logran, o no, adaptarse a escenarios extremos, y llegué a lo que se conoce como el animal más indestructible del planeta Tierra:
los tardígrados.
Como sacados de un bestiario, sus 8 patas, cabeza retráctil y cuerpo de oruga, hacen de este animal microsópico de 0,5 mm de extensión, el ser vivo más adaptable a situaciones climáticas extremas, soportando temperaturas desde los 150°C hasta su equivalente negativo, llegando incluso al cero absoluto.
Los osos de agua, o también cariñosamente llamados lechones de musgo, al igual que nuestros amigos monos de la infancia, pueden vivir décadas en estado de deshidratación gracias a cierta magia química que creo haber entendido se trata de una proteína que se adhiere a su ADN y lo recubre para protegerlo, así una vez que regresan al agua, vuelven a nadar en su entorno acuático.
No es de extrañarse que en 2019 uno de los viajes de la Fundación israelí Arch Mission, quienes se han encargado de ir creando una biblioteca lunar con material histórico de la biodiversidad de nuestro planeta -incluyendo ADN humano-, consideraron era buena idea enviar algunos individuos de osos de agua y, adivinen quién está viviendo su nueva vida soñada en el espacio sideral...
Bueno, ¿a qué voy con todo este puré de información?
Precisamente al ítem adaptación.
Hoy leí un artículo sobre las altas temperaturas que se esperan en el cono Sur para este verano 2023-2024 que, al igual que en todo el mundo, las olas de calor nos llevará a encarnar el récord de máximas que bordearán los 43°C en territorios poblados, "trayendo consigo grandes consecuencias para la biodiversidad y la salud de las personas, ya que podrían intensificarse los incendios forestales, las sequías, la falta de disponibilidad de agua potable e incluso, podrían aumentar las muertes por golpes de calor y deshidratación." (1)
Y porque lo que menos quiero es tirar bombas de ansiedad y dejarlos a la deriva, me parece importante a esta altura del artículo hagamos un poco de biomímesis (y con esto nos referimos a aplicar soluciones propias de la naturaleza a las problemáticas humanas). Claro está que no podremos ser jamás como los tardígrados, porque la adaptación evolutiva del humano nunca tuvo como objetivo ponernos en plan superpoderosos, sino más bien nos configuramos como una "especie sensible y los cambios sutiles en el entorno nos afectan de forma significativa" (2). Es por esto que nuestras maravillosas cabezas pensantes y creativas parecieran tener el desafío de identificar aquellas acciones y formas de vivir en las que podemos promover la resiliencia climática.
En la -a mi parecer- brillante entrevista que dio Ariel Muñoz (doctor en ciencias forestales de la Universidad Austral) para el libro Urgentes mensajes del planeta Tierra, habla de los paisajes inflamables que existen en Chile, refiriéndose a los 2,5 millones de hectáreas con monocultivos de pino y eucaliptus que cubren gran parte de la zona cento-sur y figuran como una amenaza en épocas de altas temperaturas. Además de plantar la semilla sobre rediseñar las plantaciones y migrar hacia composiciones mixtas con bosque nativo y pequeños parches de plantaciones forestales, destaca que "los científicos han hecho hincapié en que hay que aprender a convivir con el fuego y anticiparnos a sus devastadores efectos".
En otras palabras, adaptarnos a esta realidad.
Ahora la pregunta es, ¿cómo nos adaptamos?
Una idea que toca sutilmente este artículo de Ladera Sur, es el hecho de que la planificación urbana integre más paños verdes, logrando así una mayor cobertura con vegetación, disminuyendo así las temperaturas de territorios en los que las construcciones de cemento sólo absorben y retienen calor. O bien, como comenta Ariel, "la capacidad de generar soluciones no solamente basadas en la restauración ayudaría mucho, como el uso o reúso del agua, la captación de aguas lluvias y la generación de sistemas de drenajes que sean sostenibles para recargar los acuíferos. Todo eso junto, permitiría tener más agua en el sistema, y eso nos hace mucho menos vulnerables a los incendios"
En mi opinión, estas ideas deben agarra fuerza, empezar a difundirlas, a implementarlas, y en paralelo y de manera más concreta por parte de todas las personas que habitamos este lugar, educarnos. A nosotros mismos, a nuestros papás, abuelos, a los niños que ya vienen con ese hermoso chip de la preocupación por el medioambiente.
Aquí entramos a un tema sumamente relevante, que tiene que ver con conocer el lugar en el que habitamos, sus riesgos, y las maneras en las que mis acciones podrían, o no, contribuir a su deterioro.
Y para ir cerrando cito a Ariel por última vez y es que, "sabiendo esto, debiera incorporarse en la educación preescolar, básica, media y universitaria algunas preguntas básicas como cuáles son las maneras o cómo puedo aportar yo desde mi comportamiento individual, pero también colectivo, para hacer de Chile un país que se adapte al cambio climático, un país más resiliente."
En honor a los osos de agua, me parece extremadamente buena idea empezar a pensar que la mejor solución en estos tiempos de crisis climática, es la adaptación de nuestras formas de vida al contexto actual.
Mi invitación hoy, es a reformular nuestras acciones cotidianas.
Redefinir el uso de los recursos hídricos y energéticos en nuestras casas.
Re encantarnos con los medios de transporte más amigables.
Reaprender a consumir.
Y porque nada que me moleste más que me llenen de buenas ideas pero no me digan cómo ejecutarlas, les dejo mi listado de lugares favoritos que promueven el consumo responsable y amable con nuestro entorno:
A. Comida 🍓
Verduras, frutas y granos a granel
granos a granel
B. Limpieza de la casa 🧹
C. Higiene personal 🛁
General:
casabulka.cl
Desodorantes favoritos y cosméticos:
majen.cl (tienen envases de vidrio retornable)
D. Retiro de residuos orgánicos 🪣
(1) Calores y planificación urbana: https://laderasur.com/articulo/chile-se-prepara-para-un-verano-con-temperaturas-sobre-los-40c-como-adaptamos-nuestras-ciudades-al-calor-extremo/
(2)https://www.nationalgeographic.es/video/tv/el-animal-mas-indestructible-de-la-tierra-el-tardigrado
Fuentes:
- Libro "Urgentes mensajes del planeta tierra: la ecología integral como nuevo paradigma de justicia", Editorial Revista Mensaje, Santiago, Chile, 2022
- Sea Monkeys: https://es.wikipedia.org/wiki/Sea_Monkeys
-Tardígrados: https://www.bbc.com/mundo/noticias-49269225